martes, 24 de mayo de 2011

La tibieza espiritual

Apocalipsis
3.14 Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios.
3.15 Conozco tus obras y que no eres ni frío ni caliente”
3.16 Ojalá fueras frío o caliente, mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca.
3.17 Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo;
3.18 te aconsejo que compres de mi oro acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas, y vestiduras blancas para que te vistas, y no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos a fin de que veas.
3.19 Yo reprendo y corrijo a cuantos amo: ten, pues, celo y arrepiéntete.
3.20 Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo.
3.21 Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
3.22 El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias..



La tibieza espiritual o acedía, es la- "tristeza ante el bien espiritual y divino" (Santo Tomás, S. Th., II-II, q. 35, a. 3): una falta de alegría, de prontitud, de entrega; un desánimo ante las cosas de Dios en cuanto que exigen esfuerzo. "Lucha contra esa flojedad que te hace perezoso y abandonado en tu vida espiritual. -Mira que puede ser el principio de la tibieza" (Camino, n. 325). Hay en la tibieza mucho amor a la propia comodidad, que puede llegar, incluso, al desprecio consciente de los medios que nos unen a Dios. A los tibios, Dios -que es Amor infinito- los vomitará de su boca (cfr. Apoc 3,14-16). Es un peligro (que en este mundo) nunca acaba de desaparecer del horizonte de las almas dedicadas a Dios.

No se debe confundir la tibieza con la aridez espiritual, con la ausencia de sentimientos en la oración, con las debilidades o pecados. La señal de tibieza está más bien en el "ceder sin lucha" porque no es pecado grave (cfr. Camino, n. 328). Es como un pacto con los defectos, con la pereza, con la comodidad; conformarse con las metas ya logradas, imaginando una estabilidad imposible; imposible, porque, en el camino hacia Dios, si no se avanza, se retrocede. El cálculo o "cuquería", el egocentrismo, las conversaciones ociosas y vanas, la connivencia con el pecado venial, el obrar por motivos humanos (cfr. Camino, n. 331); el no ir seriamente a la perfección dentro del propio estado (cfr. Camino, n. 326).

Un cristianismo que se trata de aparentar un día a la semana... pero no se vive con convicción el resto de la semana.Congregaciones enteras pueden estar en esta condición, como fue el caso de Laodicea en los días de Juan. Vida fácil, comodidad y placer eran cosas a las que aquellos cristianos estaban acostumbrados. La Biblia nos dice: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución. ¿Por qué entonces parece adormecida la persecución en nuestros días?. El único motivo es que la iglesia se ha conformado a las reglas del mundo y por lo tanto no despierta oposición." Si el cristianismo es aparentemente tan popular en el mundo, ello se debe tan sólo al espíritu de transigencia, a que las grandes verdades de la Palabra de Dios son miradas con indiferencia y a la poca piedad vital que hay en la iglesia. Revivan la fe y el poder de la iglesia primitiva y el espíritu de persecución revivirá también, y el fuego de persecución volverá a encenderse. El horror al sacrificio: En las vidas tibias, automáticamente queda fuera el espíritu de sacrificio. Todo cuanto implique sacrificio, renuncia, esfuerzo o lucha, queda descargado.

El beato Enrique Seuze en una carta a una hija espiritual nos advierte de la necesidad constante de luchar contra la tibieza en el camino de la vida espiritual.

“Hija mía, no hay nadie que a veces no caiga de algún modo en la tibieza; por esto es preciso trabajar seriamente para conseguir una renovación de sí mismo, como el fénix que se renueva en el fuego, como el ciervo y la astuta serpiente que acostumbran aquel a renovar sus cuernos, ésta su piel cuando se hace muy gruesa. La montaña es alta, el camino tortuoso, no basta un solo salto para llegar a la cumbre, muchos mayos tendrán que transcurrir aún. Aquel que retrocede ante la superioridad del ejercito enemigo y no vuelve a la carga luego con valor, es un cobarde caballero. No os asustéis, pues la lucha es propia de buenos en esta tierra miserable. ¿Queréis saber cómo debe operarse esta renovación? Os lo voy a decir.

Conozco un fraile predicador, que había pasado por olas muy fuertes, y creía haber perdido toda seriedad y toda piedad; entró dentro de sí mismo y dijo: "oh Dios mío, ¿qué me sucedió?, he caído sin darme cuenta. Vamos ánimo, y pongámonos a trabajar para adquirir un nuevo bien, puesto que se perdió el antiguo".

Empezó a mortificase, a castigar su cuerpo, a alejarse del mundo, a trabajar seriamente, a guardarse de sí mismo; habiendo hallado nuevas oraciones, trabajó noche y día hasta que hubo reconquistado el antiguo fervor en una vida del todo divina, y de nuevo se vio inflamado de una piedad sincera. Si desfallecía, volvía a empezar de nuevo. Y esto le sucedió un número indecible de veces.

Ved; hija mía; la Sabiduría eterna os lo enseña por la boca de San Bernardo que dice: El punto que distingue a los elegidos de los réprobos, es que los réprobos no se levantan, mientras que los elegidos se levantan sin cesar. Pues nadie puede permanecer inmóvil aquí abajo.”

Remedios Contra La Tibieza
Algunos se desaniman pensando que ya nunca lograrán salir de ese mar de tibieza espiritual en el cual se están ahogando. Pero a estos hay que responder con las palabras que el Ángel Gabriel le dijo a María cuando parecía que la anciana Isabel ya nunca podría tener hijos: "Lo que es imposible para las criaturas, es posible para Dios. Para Dios ninguna cosa es imposible" (Lc.1-37) o aquellas bellísimas palabras de San Pablo que jamás debemos dejar de recordar: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Flp. 4-13)

Primer remedio: tener un gran deseo de conseguir la santidad
Los santos dicen que los ardientes deseos de conseguir la santidad son como fuertes alas que nos hacen subir muy alto en perfección. Y si cultivamos fervorosos deseos de conseguir la perfección espiritual, se podrán aplicar a nosotros las palabras que el profeta dice acerca de los que confían en Dios: "Subirán con las alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse" (Is. 40-31)

Tener un gran ideal de santidad fue lo que hizo que los santos alcanzaran tan grandes alturas de perfección. El ideal es una fuerte inclinación, un deseo muy intenso de conseguir algo. Los sabios dicen: "Cuidado con lo que deseamos, porque lo vamos a conseguir." Y la Sagrada Escritura promete en el bellísimo salmo 145: " El Señor Dios satisface los buenos deseos de sus fieles". Así que si ardientemente deseamos alcanzar la santidad, muy probablemente la vamos a obtener. Otros tenían mayores fuerzas físicas y quizás mayores cualidades intelectuales que los santos, pero estos tenían más vehementes deseos de conseguir la santidad y lograron conquistarla, mientras que otros que tenían más cualidades se quedaron a mitad del camino por falta de continuos y muy fuertes deseos de alcanzar la perfección.

Segundo remedio: Una firme resolución
La primerísima y más importante resolución para llegar a la santidad será siempre el preferir morir antes que pecar. Preferir perder todos los demás bienes antes de perder la amistad con Dios o hacer o decir algo que a él le desagrade.

La experiencia nos enseña que sin la ayuda de Dios no somos capaces de resistir las tentaciones, pero con la gracia del Señor si no dejamos de luchar, lograremos salir victoriosos.

La segunda resolución debe ser escoger siempre entre dos actuaciones la que parece que más le agrada a Nuestro Señor. Ojala se pudiera repetir de cada uno de nosotros lo que Jesús dijo de si mismo: " Mi Padre me ama, porque yo hago siempre lo que a él le agrada".

Y empezar rápidamente, ahora mismo. Decir como aquella religiosa que al oír predicar a un célebre predicador acerca de lo necesario que es dedicarse ya desde el momento presente a conseguir la santidad, se fue donde él y le dijo: "Padre, quiero ser santa, pero santa prontamente". Y de tal manera se esmeró por lograr serlo, que a ocho meses murió con verdadera fama de santidad. Hay que empezar hoy mismo, ahora mismo, y no dejar para mañana el bien que ayer no quisimos hacer. Ahora mismo empezar a tratar de ser mejores, sin andar tratando de imitar el modo como se portan los demás, porque son demasiado pocos los que en realidad se dedican a vivir santamente.

Tercer remedio para alejar la tibieza: la meditación
La meditación llena el cerebro de buenos pensamientos, el corazón de afectos hacia Dios y hacia lo eterno, y la voluntad de provechosos propósitos: Con razón repetía San Luís Gonzaga: "No habrá mucha perfección donde no haya mucha oración y mucha meditación". La meditación nos hace evitar el pecado al pensar en la presencia de Dios y en las postrimerías que nos esperan: Muerte, juicio, infierno y Gloria. Nos despega de los bienes terrenos, haciéndonos pensar en los bienes eternos que nos esperan. Nos hace evitar el orgullo y crecer en humildad al recordarnos lo miserables y débiles que hemos sido y que seguimos siendo y al hacernos ver nuestra impotencia nos incita a recurrir a Dios con la oración. Pero si no dedicamos tiempos a la meditación, nos dejamos llevar por la disipación y caeremos en graves pecados.

Ahora se explica uno por qué San Francisco de Sales en su Filotea coloca como primerísima práctica para quien desea llegar a la santidad, dedicar cada día algún tiempo a la meditación, a pensar seriamente en Dios, en el alma y en los medios de conseguir la eterna salvación.

Cuarto remedio para alejar la tibieza y conseguir la perfección: la Comunión frecuente
Vamos a repetir aquí una página famosa de San Basilio.
Este gran santo y sabio dejó escritas unas bellas palabras que conviene no olvidar nunca: "Si te hincha el veneno del orgullo, toma este Sacramento, y el Pan Humilde, te hará humilde. Si la avaricia quiere apoderarse de ti, toma el Pan Celestial, y el Pan Generoso te hará generoso. Si la brisa nociva de la envidia y del egoísmo sopla sobre ti, toma el Pan de los Ángeles, y El te comunicará el amor verdadero. Si te has entregado al exceso en la comida o en la bebida, toma el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y ese Cuerpo que ha soportado tantas mortificaciones, seguramente te irá llevando a la moderación y a la mortificación. Si te ataca la pereza y te vuelve sin ánimos para el bien, de manera que ya no te gusta rezar ni sientes fuertes deseos de hacer obras buenas, fortalécete con el Cuerpo de Cristo, y él te llenará de entusiasmo y de fervor. Finalmente, si sientes fuerte inclinación a la impureza, entonces, y especialmente entonces, toma el Cuerpo Santísimo de Cristo, y ese Cuerpo, el más perfectamente puro que ha existido, te irá llevando hacia la pureza y castidad".

El medio más necesario de todos
Para evitar la tibieza, y adquirir el fervor y crecer en el amor a Jesucristo no hay otro medio más necesario ni más eficaz que la oración. Dios en su infinita bondad al invitarnos a orar puso a nuestra disposición un medio infalible para progresar en santidad, y nos hizo una promesa muy consoladora: " Pedid y se os dará. Todo el que pide recibe" (Lc.11-9). La oración nos vuelve muy poderosos, porque nos consigue del Señor lo que por nuestras solas fuerzas o luces no podríamos alcanzar. Santa Teresa decía: "Me propuse conseguir de Nuestro Señor una gracia. Perseveré pidiendo. No me cansé de pedir, y al fin la conseguí".

Si oramos con fe podremos repetir las palabras del Salmo 65 "Bendito sea Dios que no rechazó mis súplicas ni me negó sus favores". San Agustín explicando estas frases añade: "Si por tu parte no falta la oración, puedes tener por cierto que por parte de Dios no faltarán las generosas ayudas". Y San Jerónimo advierte: "Siempre se alcanza de Dios ayuda, cada vez que rezamos". San Juan de la Cruz, maestro de oración repetía: "De Dios se alcanza, cuanto con ferviente oración se espera conseguir de él, si conviene para nuestra alma".

Fuentes:
http://www.opuslibros.org/libros/B10/apartadoII/II_23.htm
http://congregacionobispoaloishudal.blogspot.com/2011/04/la-tibieza-espiritual.html
http://www.dominicos.org/espiritualidad/dominicana/textos/galeria-de-personajes/beato-enrique-seuze/la-lucha-contra-la-tibieza

La Santa Biblia (edición Nacar-Colunga)
Prácticas de Amor a Jesucristo, San Alfonso María de Ligorio

jueves, 5 de mayo de 2011

En el trabajo

Esto sucedió hoy en mi trabajo, como profesor, de pronto con los estudiantes salió el tema del Vaticano acerca de lo pequeñito que es (el estado independiente más pequeño del mundo) y de su población, al enterarse que era de unos 800 a 1000 habitantes, uno de los estudiantes sugirió que todos eran exorcistas, ante lo cual pensé "Dios le oiga" y le dije que seguramente el padre Gabrielle Amorth estaría rezando para que eso fuese verdad.

Parece poca cosa, pero estas anécdotas son pequeños oasis en un tremendo desierto.